sábado, 5 de febrero de 2011

RECONSTRUIR LOS RECUERDOS DEL AYER


Un vehemente viaje a través del tiempo

El taller Vanegas es sinónimo de encuentro con el pasado. Tuluá Valle se hace nido de las motocicletas clásicas por dar vida a las antiguas compañeras de viaje. “Vanegas” deja una triumph que tiene el valor de su propia dignidad.

Daniela Bolívar Rincón
dannyb713@hotmail.com

Motocicletas como la TRIUMP, NSU, BSA, NORTON, entre otras que puedan recibir el seudónimo de “clásicas y antiguas” son un homenaje a la infamia de la segunda guerra mundial, ya que las armas utilizadas en dicha época, fueron fundidas para hacer los chasis de las motos de alto cilindraje, que en la actualidad son una reliquia que no todos pueden tener.

Pedro Antonio Vanegas Rodríguez, se considera el único restaurador de motos antiguas del país, un hombre de 63 años de edad, nacido el 1 Septiembre de 1947, cartagueño de nacimiento y tulueño de crianza, manifiesta entre risas y la euforia de un trago de aguardiente que “hoy en día tener una triumph es una satisfacción”, palabras que lo obligan a hacer un viaje por su propio pasado y permiten descubrir la joya de conocimiento empírico que existe en el dueño del taller Vanegas “el nido de la restauración de piezas y motos antiguas”.


Para “Don Pedro” como normalmente se le conoce, la palabra estudio representa tercero de primaria, su destino, no le exigiría ir más allá académicamente “no me quedó tiempo de estudiar, mi papá se abrió de la obligación de la casa entonces me toco poner pecho y colaborarle a mi mamá, empecé siendo iguazo, me iba pa’ las fincas donde había bastante agricultura y después empecé a trabajar en la construcción”.

El chicle de la motocicleta le nació desde el año 1975 cuando se hacían en tuluá competencias de maquinas antiguas, en las que se premiaba al mejor corredor. Para ese entonces se vió envuelto en el mundo de los velocípedos, hasta el punto de entusiasmarse con la mecánica industrial, profesión que aprendió empíricamente, su escuela fueron los talleres. Considera que habían muy buenos profesores en el colegio industrial que le dieron la mano y le daban respuesta a todas sus dudas “yo me le pegaba ahí a los laditos a los profesores y les hacia muchas preguntas”, poniendo mucho cuidado aprendió torno, fresadora, soldadura pero nunca fue a estudiar, poco a poco aprendió las medidas métricas, “la mecánica no me pareció difícil porque era bajo techo, a estar chupando sol, yo decía, lárgueme eso que ya entiendo”. Trabajando la maquinaria agrícola empezó a reconstruir piezas y la curiosidad de seguir ese camino, hizo que hoy en día su fuerte sea recuperar fragmentos de motocicleta antigua. Sus allegados dicen “donde hubiera ido a la universidad, sería un monstruo”


El “taller Vanegas” es el lugar en el que se convirtió en un amante de la motocicleta inglesa, aclara que no es harlysta, le gusta la triumph porque al desarmar la harley se dio cuenta que termina en agujas, y trabajarle es trazado a la ingeniería, en cambio la inglesa es en casquetes o rodillos y según él es más fina, “igual son dos marcas que se imponen en el mundo”.
Mencionado y visitado por los amantes de las clásicas, el mismo en el que actualmente, dos de los hijos de Pedro (Alexander y Edward) heredando de su padre la pasión por las motos, no solo restauran dichas antigüedades si no que fabrican los repuestos que son necesarios al momento de ponerlas a rodar dado el caso de que en EE.UU, e Inglaterra no se puedan conseguir.
Considera que para ese proceso no se debe ser acelerado “yo le digo a mi hijos, observe bien antes de comprometerse, y el día que le quede grande reconstruir una pieza, renuncie mas bien”, y es que los clientes satisfechos son el resultado de una compleja labor mecánica “yo les digo, la garantía mía son mínimo seis meses, es mucho porque los japoneses no dan nada”.

Acuden a él clientes de diferentes partes del país “Nos han traído motocicletas de Medellín para el taller, primero una triump y luego una NSU 500 porque no eran capaz de prenderlas y el hijo mío la arreglo y se las mando”. Hoy día se encuentra restaurada en el museo de Cali una moto de la segunda guerra mundial, que pertenecía a uno de los hijos de Pedro.
Restaurar una clásica tiene un valor de 10 millones de pesos este proceso se realiza en año y medio aproximadamente, aunque hay restauraciones de hasta tres años, el repuesto más difícil de conseguir en Colombia es el tacómetro que es el que marca la velocidad, hay replicas japonesas pero originales son escasos “el que tiene la motocicleta mía es original, vale 3 millones de pesos porque gira al contrario de los normales”

Darle razón a su amor por las inglesas, requiere detenerse en uno de los episodios de ese cautivador pasado de los 70, aquel en el que Pedro, en su taller, le da vida a una TRIUMPH, que en 25 mil pesos de la época, le vendió un amigo de nacionalidad china residente en Pereira, el cual después de haberla estrellado, quiso que Vanegas se quedara con ella; como si se tratase de una hija, en manos de su amigo podría estar bien, teniendo en cuenta que era éste el que le hacia el mantenimiento y al que se la prestaba constantemente. Pasados dos años, un domingo fue por ella a Pereira, la encontró empolvada, “el rin no servía para nada, era una moto medio armada”, y se la llevó para tuluá en la camioneta de los bomberos. Por momentos se sentía arrepentido de haberla comprado, al ver el estado en el que estaba “yo entraba al taller y me tapaba, pasaba por un ladito pa’ no ver eso tan estrellado”. Pasados 6 meses, sin libros ni manual de reparación, empezó a trabajarle, era muy difícil el acceso a los repuestos en ese tiempo, y en año y medio la armó a su amaño. Se propuso no prenderla hasta no tener en sus manos los papeles de la moto matriculada en su ciudad, e invirtiendo otros 25 mil pesos en dicho papeleo, con placas MDC-32 fué la primer Triumph thunderbird en la que se montó, con cilindraje 650 cm3 modelo 53.

La voz de Vanegas, transmite experiencia, amor por lo que se es y lo que se tiene, el sentimiento de una pasión de alto cilindraje capaz, de dar vida a un vehículo, y de reunir una caravana de 16 antiguas que son el alma del club clásicos del camino, grupo en el que se escribe poesía, se canta y se vive la cultura, características que la gente no se imagina de ellos porque los ven día a día en medio de la grasa. Sus motocicletas tienen un cilindraje capaz de desarrollar velocidades mayores que la de una davison sin embargo no les interesa llegar, sino disfrutar la carretera haciendo honor a su nombre. De esta manera se dan cita en los grandes encuentros de las motocicletas de alta velocidad.

“lo que hace que me conozco montado en la Triumph siempre me he tomado mis traguitos, uno disfruta mejor, aunque sé que es un error, gracias a Dios nada ha pasado”.
Disfrutar una rotada implica para este aficionado, en sus palabras “andar bien entonado” es decir, la combinación de un poco de licor y gasolina son la dosis de motivación que necesita este hombre, quien al lavar sus manos e investir el cuero negro característico del peregrino motociclista, realiza en el año 69, el primer viaje en su triumph, como aquel che Guevara, que en lugar de libertad, busca ser atrapado por las playas y el calor barranquillero, paisajes que disfrutó al lado de su compañera de viaje, aquella que al rodar estremece sus sentidos de viajero, “eso ronca muy bueno, el sonido de mi moto es único” y Andar en una triumph es una delicia”.
A la expectativa de toparse con gente amable y paisajes deslumbrantes, emprende camino tarde de la noche o bien en horas de la madrugada para tener un íntimo encuentro con el amanecer “ver el alba es hermoso”, y de esta manera llegar a destinos como Bogotá, Medellín, Villavicencio, la costa y Pereira; ciudades a las que rotan para celebrar el encuentro de motos de alto cilindraje anualmente. Agrega que a su vez su moto lo ha acompañado hasta el ecuador, pasto, y la frontera cucuteña y costa de lo que murmuren las personas que suelen referirse a las motos de los clásicos del camino como “viejas” este personaje cuenta con honor
“Las motos antiguas son únicas, tanto así que sin ser una competencia entre clásicas y harley, en varios lugares a donde somos invitados, son las primeras que se roban la atención de los aficionados, todo el mundo pega para donde estan las antiguas” y en este campo, Pedro se roba el protagonismo, su motocicleta es la única que nunca vota aceite, cometan que tiene su propio truco mágico pero no lo revela, y es que poseer una moto de esta índole, no es solo cuestión de dinero, sino de ganas. Cada kilometro recorrido en ellas es un recuerdo lleno de motivos para conservarla, por eso su controvertida sonrisa intenta convencer que “el arma, en lo que usted se monta y la mujer, hay que tenerlas bien brillositas, bien presentaditas para que la gente diga, que elegancia de señor”.
Y quien mucho abarca poco aprieta, bajo estas circunstancias considera agradable ser invitado a pueblos pequeños, “es más acogedor que las ciudades grandes, porque el ambiente es más familiar y admiran mas las motocicletas, en los eventos grandes de tanta moto que hay, se le pierde hasta el gusto”

¿Que tan indispensable puede llegar a ser entonces esta roja musa para Pedro? Considera que lo material es de la tierra, y no quisiera aferrarse a ello, pero la moto es su fiel compañera “cuando yo quiero darme un venteito, saco mi moto y me voy para calima, eso me desestreza, y no es porque tenga problemas, es por sentir mi maquina”

La dispendiosa vida de Vanegas, gira día tras día en torno a su taller, en el que reconstruyendo el pasado, consiente una triumph que al verla lo incita a viajar a través de su propia historia, aquel paseo que, una vez más le cierra la pagina con la única conclusión, que su antigua motocicleta es la mejor manera de entre
tenerse “si no tengo, ninguna chica por fuera de mi esposa. “ella, es mi segunda moza”

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