sábado, 5 de febrero de 2011

UN DIA CULAQUIERA EN LA VIDE DE: MARCOS Y CARLOTA


POR: Daniela Bolívar Rincón.
Comunicación Social – Periodismo
TE QUIERO COMO ERES Y AUNQUE NO TENGAS
“De amor no se vive” “el dinero lo es todo en la vida”.
Ése, no es el caso de esta bella pareja, conformada por Marcos Aurelio Arboleda y Carlota Mazo, personajes que marcaran la historia de un lejano pueblo del Valle del Cuaca llamado Galicia. Ellos son el reflejo de las muchas personas en el mundo que la pobreza a golpeado fuertemente, que tal vez la educación y un buen trabajo nunca los ha favorecido. Pero esta lamentable situación no es quizás lo más importante en ellos, ya que cada uno en sus 67 y 50 años, conservan aun en medio de la injusticia de la miseria, un amor de 8 sentidos.
Fue hace 20 años aproximadamente, cuando Marcos en sus 5 sentidos se enamora de esta mujer, que fuera de sus cabales, solo ve, huele y degusta a la perfección, pero el habla y la escucha se le dificultan un poco, según él, “por un desmande” a causa de un simple descuido como quedarse dormida toda la noche al lado del cadáver se su tío mientras se encontraba en su periodo de “mestración” (menstruación). Pero dicha discapacidad no fue impedimento para que aun en este estado, él se hiciera cargo de ella, y trajeran al mundo al que hoy es Julián, su hijo de quince años, que tristemente no ha demostrado el suficiente afecto por su madre, quizás por vergüenza a su condición de “loca”, ya que como lo ha manifestado marcos, si no se es lo suficientemente puntual con la inyección de “una ampolleta de piportil 25 miligramos sugerida por el sicriata” al que él la llevo para tratar su caso hace un buen tiempo, y suministrada cada 15 días siendo esta donada por personas del corregimiento, ella tiende a enloquecerse y hacer estragos en el pueblo, comenzando porque es demasiado celosa con su papi como suele decirle, situación que la gente inescrupulosa aprovecha para hacerle dar celos con comentarios mal intencionados que desembocan en perseguidas con piedra en mano. Pero Ayudarla, cuidarla y defenderla de los que quieren burlarse de ella, es uno de los oficios a los que se dedica este hombre, que en un domingo cualquiera, se levanta a las 4 am y se desplaza a la carnicería para ayudar a deshuesar, ahuyentar los perros (que en realidad son sus amigos más fieles) como Marbella que vive en la estufa de la casa y sus gallinas. Allí colecciona los huesos, el callo y desperdicios que después re utilizará y venderá a personas de otros lugares que le dan uso posterior; seguidamente, espera, como está ya acostumbrado, a que le regalen el desayuno que irá a compartir con su amada carlota quien a esa hora tal vez duerma aun. A demás de esta actividad que solo realiza los domingos y que después de desayunar en su aposento, regresa con su compañera a recoger y guardar las mesas de la carnicería cuando ha terminado la venta, ellos son recicladores de profesión, el ir cada semana tras la basura de la gente del pueblo, separar cada residuo, acumular chatarra, es realmente su sustento, vender en tuluá las arrobas de lo juntado y hacer rendir aproximadamente $120.000 para todo el mes, es su realidad, además de adornar su casa con electrodomésticos, como una estufa, dos televisores, y una nevera, que no dejaran nunca de ser eso, un adorno, la simulación de lo que algún día les gustaría tener, eso sí, cuando su guarida cuente con energía eléctrica, y dichos elementos estén en buen estado y no sean solo parte de su chatarra. Cabe también mencionar que como buenos colombianos, de hambre no se dejan morir, por ello también cultivan en medio de su potrero, en ese mismo donde cerca a la quebrada llevan a cabo sus necesidades fisiológicas, a demás de haber adecuado un pequeño enguaduado como lavadero.
Este ha sido, es y creo que seguirá siendo, un día cualquiera en la vida estos dos seres humanos que con cantidad de adversidades, sobreviven a la realidad, estando siempre escudado uno detrás del otro y así serán recordados siempre hasta el punto en que, si alguno de los dos llegara a faltar, serian fuertemente echados de menos, y nunca olvidados.

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